martes, 13 de septiembre de 2011
Los Cumpleaños ya no son lo que eran
Hace tiempo que quería escribir sobre los cumpleaños de la época en la que un frigopie costaba 80 pesetas de las de aquella. Y finalmente hablar con un amigo de la infancia me ha hecho recordar cómo fue mi cumpleaños cuando cumplí los 12.
Se puede decir que aquella celebración fue más bien un Bar Mitzva. No soy judía, pero en mi casa decidieron que era el último cumpleaños que iba a celebrar con mis amigos. El próximo curso iniciaba 8ª de EGB, tocaba la escala cromática al piano sin ninguna dificultad y finalmente sabía preparar una salsa de tomate. Estaba lista para el inicio de mi vida adulta.
Lo primero que había que hacer era invitar a los comensales. Ahora todo es más mediático, se realizan tarjetas de invitación que se reparten a la salida del colegio, con números de teléfono incluidos y se ruega confirmar la no asistencia. O simplemente un sms al móvil o un email.
Yo recuerdo que invite a todo el barrio pero el medio no lo sé exactamente. Me imagino que fue más bien el boca a boca y el que cada invitado trajera otro invitado y éste a su vez a otro invitado. Que pensabas que tenías un amigo y al final iban saliendo más como si de una muñeca Matrioska se tratará. Eramos tantos en tan poco espacio que se formó tal condensación que al final íbamos patinando por el suelo como una atracción más del cumple.
Una parte importante del cumpleaños es el reparto de los regalos. Creo que ahora funciona como una lista de bodas o algo así. Antes normalmente cada uno aportaba lo que buenamente podía, que venían a ser un estuche nuevo, una libreta, unos sobres de colores con olor para la colección, una cesta con jabones, figuras varias, peluches, y un anillo y pendientes en éste caso obsequio de la familia. Pero lo que más me dejó impresionada en mi cumple, es que me trajeron una caja enorme de cartón llena de papel de periódico y dentro tenía los regalos. Así que me tocaba sumergirme en la caja y buscar. Encontré un regalo que me hizo mucha ilusión, la cinta de "Gran Bola de Fuego "de Jerry Lee Lewis. En fin, ya demostraba de bien pequeña las extravagancias que me caracterizan. Lo normal en un niña de mi edad sería que me gustaran los New Kidss on the Block y no un rockero de los años 50, más tarde me hice fan de The Beatles, pero de todos modos seguía siendo atemporal.
Ahora sí que llega lo más importante del cumpleaños y en lo que más nos diferenciamos con las nuevas generaciones. LA COMIDA.
Hoy los niños y niñas se sientan ante una mesa llena de exquisiteces varias y no comen. Es más algunos ni prueban la tarta de chocolate, porque es precisamente de chocolate o porque lleva nata. No tengo palabras.
Quizás a nosotros nos tocaron unos padres que vivieron más directamente la posguerra, hogares donde tirar la comida se consideraba un pecado mortal, donde la frase" no me gusta" iba seguida de "no te preocupes que si no lo comes lo meriendas y si no lo cenas". Yo me inclino a pensar que era la prohibición que teníamos, la mal llamada "Generación Nocilla", de comer nocilla para merendar, bollycaos y beber coca cola. Estos manjares solo los veías en los cumpleaños, de ahí los atracones, los empujones por la comida y la fiesta general que resultaba el comer.
Quién no recuerda esas mesas llenas de triángulos de sandwich, de sandwiches con nocilla que finalmente los más atrevidos mezclaban con chorizo pamplonica (chorizón). Esa era la cocina de nueva expresión, teníamos más creatividad, hacíamos sandwich con las patatas y aceitunas. Reinaba la variedad, mortadela con y sin aceitunas. Ganchitos naranja fosforito para hacer juego con el chandal. Y cómo no la maravillosa tortilla de patata, entre otras viandas más. Todo regado, literalmente porque siempre caía una botella o un vaso de plástico ,of course, con Coca cola, Fanta Naranja y Fanta Limón y para los más alternativos Trinaranjus.
Ta ta tan chan, bajen las persianas, apaguen las luces, enciendan las velas, a pedir un deseo y a soplar ( a ser posible sin escupir, cosa harto difícil cuando te estas partiendo el culo) Y llega el momento más ridículo, cuando te cantan cumpleaños feliz y es una chica excelente, que suele ser repetitivo porque nadie sabe bien la letra. Y tú piensas que acabé ya que me estoy muriendo de vergüenza no se sí ajena o propia...La tarta, la tarta cuál............ Pues la de galleta con chocolate, ese año mi madre y mi hermana la cargaron tanto de quinado Sansón que salimos todos bailando la lambada. Es más yo soplé otra vez una de las velas una vez había comido la tarta y mis amigos pensaban que mis padres habían contratado a un faquir para animar la fiesta.
Ese es otro tema, La ANIMACIÓN SOCIOCULTURAL. Un hecho que marca la posición social de las diferentes familias. Si viene el payaso/a a tu propia casa y es particular y el pobre se moja como los demás, formas parte de la jet set.
Si te tienes que conformar con las habilidades de otras madres para el maquillaje y la globoflexia, tienes un círculo social satisfactorio pero perteneces a las llamadas clases medias.
Ahora si la unica animación sociocultural que tienes en tu cumpleaños es ver a fulanito meterse las aceitunas por las narices y luego expulsarlas, enseñar al resto de los invitados tu boca llena de todos los alimentos que el orificio bucal te permite almacenar o bien ver como alguno de tus amigos actúa como un sifón expulsando cocacola por narices y boca. Siento decirte amigo mío que estás en grave riesgo de exclusión social. Te aconsejo que te apuntes a un club de lectura.
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Yo también añoro esas meriendas y mezclas raras de comida. Una vez en un cumpleaños metí en un chocolate una pajita de patata para ver como sabía, mi hermana vió la maniobra y se me quitaron las ganas de intentarlo de nuevo pero sabía muy bien.
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